Solidaridad: solidario y no solitario

Solidaridad viene de la expresión latina in solidum que significaría totalidad, el todo. De Aquí deriva la ideas jurídica de concebir las obligaciones solidarias como aquellas cuyo vínculo obligatorio se caracteriza por la unidad, la integridad, el todo.
Luis de Sebastían la define como el reconocimiento práctico de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir de contribuir al bienestar de los que tienen que ver con ellos, especialmente con los que tienen mayor necesidad.
Esta concepción de la solidaridad se funda en la idea de comunidad, es decir, unidad, interdependencia, comunidad de afectos y de esfuerzos. Es la toma de conciencia de nuestra condición mortal, vulnerabilidad física y psicológica, que necesitamos de los otros para sobrevivir y vivir bien. A partir de aquí surge la necesidad de hacer del interés del otro y de los otros, mi propio interés.
El concepto de solidaridad se nutre de nuestras raices judeo-cristianas:
El profeta Isaías proclama: " ¿Sabéis que ayuno quiero yo?... Romped las cadenas de la iniquidad, deshaced los lazos opresores, dejad libres a los oprimidos y quebrantad todo yugo, partid el pan con los hambrientos, albergad al pobre sin abrigo, vestid al desnudo y no vuelvas el rostro ante tu hermano... cuando das tu pan al hambriento y sacias el alma del indigente."
Más tarde Jesús se proclama el hijo de hombre, cuyo significado vendría siendo "uno de vosotros" y nos invita a amar al prójimo como a uno mismo, que no hay amor más grande que dar la vida por el que se ama y nos invita a ser comunidad: "que todos sean uno. Como tú Padre en mí y yo en ti."