Dios existe, yo me enfadé con Él
André Frossard puso al libro en el que cuenta su conversión el título Dios existe, yo me lo encontré; su caso tiene todo el brillo de quien, habiendo vivido siempre negando la presencia del Señor, un día, inesperadamente, lo encuentra. Los casos de conversos nos entusiasman por el empuje y la decisión con la que estos neocreyentes afrontan su vida después del encuentro, y por el vigor que caracteriza su estrenada fe (y que parece faltarnos, a veces, a los católicos de toda la vida). No obstante, personalmente, alguna vez les he reprochado que, habiendo tenido una existencia disoluta y de espaldas a Dios, de repente, in extremis, consigan la salvación (empezando por el buen ladrón, la lista es enorme). Claro que, poco a poco, mi madre la Iglesia –y un amigo ateo, por cierto– me han ayudado a comprender que, para los que siempre hemos estado con Dios, éste ha sido nuestro mayor premio, y el castigo más doloroso de quienes lo descubrieron mucho más tarde (el «tarde te amé», de san Agustín).
Sin embargo, es precisamente a quienes intentamos vivir cerquita del Señor a través de los sacramentos y la oración, a los que puede ocurrirnos alguna vez una especie de conversión al revés: en lugar de encontrar al Señor, lo perdemos de vista, y en lugar de ver las cosas con la luz de la verdad, todas nuestras decisiones y acciones parecen sumidas en las tinieblas.
Recuerdo la expresión de un sacerdote muy querido que suele decirme que «la fe no es una aspirina», que para mí significa, más o menos, lo siguiente: tener fe no nos garantiza la ausencia de problemas y dolores de cabeza, de oscuridades y de dudas, antes bien, nos pone frente a ellos para probar nuestra fidelidad. Así y todo, no siempre se supera la prueba; muchas veces, sucumbimos a la tentación de la ausencia de Dios. Afortunadamente, con mucha frecuencia, se trata de una oscuridad pasajera, que no nos lleva a negar su existencia, sino más bien a afirmarla por el profundo enojo que experimentamos con Él. Considero (que me perdonen los teólogos) que una de las pruebas más fuertes de la existencia de un Dios personal es que tenemos la capacidad de enfadarnos con Él. ¿Quién podría enfadarse con un ser inexistente? ¿Tendríamos acaso algo que reprocharle si no existiera? Pero nos enfadamos con Dios cuando lo sentimos lejano, callado o indiferente a nuestras cosas; y aun entonces, seguimos presintiendo –tal vez desesperadamente– su existencia, más real aún que la nuestra. En estos enfados es necesario no dejar de hablarnos. Además, Dios es tan bueno que, en estos enojos, no espera nuestra iniciativa para hacer las paces, es Él quien vuelve a salir a nuestro encuentro para recordarnos que, si sólo vemos un par de huellas en el camino de nuestra vida, no son las nuestras caminando en solitario, sino las suyas, que ha cargado con nosotros en sus brazos.
Dora Rivas
8 Comments:
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Yo propondré otro punto de vista ... Sabiéndolo o sin saberlo , queriéndolo o sin quererlo vamos siempre de la mano de Dios , con alegría , con tristeza , con esperanza y sin ella , ... pero ... ¿no es cierto que recurrimos a El cuando tenemos miedo ?, ¿los neocreyentes deciden su reencuentro cuando no encuentran respuestas convincentes ?,no es triste pensar en un Dios de auxilio y no en considerarte parte de El y asumir tus actos y sus consecuencias?
Un saludo profe .
Uf!, no pude haber leído este post en mejor momento.
Reconozco haberme molestado algunas veces con dios por ponerme ciertos obstáculos en el camino, o no atender mis pedidos cuando son hechos con toda la fe del mundo.
Creo que cuando no vemos respuestas inmediatas, es porque lo que él quiere es que nosotros mismos encontremos el camino, y saquemos las enseñanzas necesarias.
Hoy estoy cansada!, no quiero encontrar yo las explicaciones, por primera vez le exijo que me ayude.
Cariños!.
Mis queridas amigas:
Se han montado un excelente diálogo, muy bueno. Mañana entraré con más tiempo a participar tanto de sus blos como de sus comentarios.
Un abrazo a las 3.
Roberto:
interesante lo que has escrito intenté entrar a tu blog mas no pude.
Un saludo
Excelente el post y muy buenos comentarios, a los que puedo agregar que Dios, como algunos dicen aqui es quien no es escoge, tambien nos da a nuestro tiempo lo que nos corresponde y no cuando nosotros queremos. Porque hará esto el Dueño del Universo, porque primero prueba a sus hijos queridos in extremis si somos dignos de recibirlos y serle fiel. Ese termino que no me gusta mucho de neocreyentes, es muy importante. Los que vuelven (porque nunca es q comenzamos, sino recomenzamos) al camino que Dios nos ha trazado, no necesariamente es por una experiencia muy fuerte, aunque en muchos casos es asi. Lo mejor de todos es que ya gozan de ese amor que Dios nos regala gratuitamente, y que nosotros debemos dar a conocer que ese Dios del amor, nos da la paz y felicidad necesaria
Felicidades por este excelente post
Gus
PD: gracias por visitarme Lilian en mi blog
Muy interesante el post, me recuerda a una amigo que dice... "claro, lo que quieren ustedes es un Dios Aspirina, pero eso no existe".
Lilian, no le des bola a ese Roberto Iza Valdéz, es SPAM. De hecho yo borro sus comentario, ese texto de MArtí, ya lo puso 15 veces en XavMP.
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