Padre Isidoro

Oriundo de Alemania, y nacido el 6 de diciembre de 1913 en la ciudad de Klingenmünster, el padre Isidoro Schwamm cumplió, el 18 de septiembre- 67 años de vida sacerdotal. Es el tercer hijo del matrimonio constituido por Georg Schwamm y Magdalene Engel.

Sus votos perpetuos los realizó el 20 de agosto de 1938; en tanto que el día 18 de septiembre del mismo año fue ordenado presbítero y destinado al convento de Passau, donde permaneció hasta el año 1946 como predicador y colaborador no sólo de Passau, sino también en las parroquias predicando misiones populares.

"Cuando terminé mis estudios medios, ingresé a estudiar al Seminario Teológico Internacional Canisianum, en Austria. A los tres años de estar aquí derrepente escuché una voz que me invitaba a hacerme capuchino... Recuerdo también que en 1934 apareció un chileno, recién ordenado sacerdote capuchino y se despidió para regresar a Chile, entonces yo dije que también quería irme a Chile; pero no me dejaron porque primero tenía que terminar mis estudios".

"Solamente cuando estaba en Chile descubrí el secreto de mi ordenación, ¡El 18 de septiembre¡".

Gran parte de su ministerio sacerdotal, como sus mejores esfuerzos, han sido en beneficio de la gente chilena. Y hoy sabe, con toda la claridad del mundo, que Dios le dio un signo de que en estas tierras chilenas entregaría su vida. El signo lo constituye el día de su ordenación sacerdotal: un 18 de septiembre .

Llegó a Chile el 29 de diciembre de 1950, un día después del nacimiento del padre Alberto Hurtado. Antes de su llegada a Valdivia (1988) fue rector del Seminario Mayor San Fidel de San José de la Mariquina. Hoy con 92 años de vida, colabora en forma permanente con las comunidades religiosas vecinas y desarrolla a su vez labores de apostolado. Es muy querido en la Diócesis de Valdivia por eso algunas comunidades se han organizado para recolectar firmas para pedir que los hermanos capuchinos puedan permanecer en Valdivia, en la Iglesia San Francisco. Muchos valdivianos piensan que esta orden de abandonar su casa es como una sentencia de muerte para los hermanos, especialmente los de más avanzada edad, porque, es como decirles que ya no sirven. Ellos esperan seguir cumpliendo con sus labores de apostolado.

Dedicado a los hermanos capuchinos de todo el mundo, en especial a los de Chile y para Marta Salazar del blog Alemania, Economía, Sociedad y Derecho.